A veces, el peligro no está en el veneno, sino en la ambigüedad bien diseñada.
En muchas góndolas y marketplaces aparece como “aceite de oliva”, con un diseño que evoca lo artesanal, lo mediterráneo, lo saludable. Pero si miras con atención, descubrirás algo más complejo: un tipo de aceite que no es exactamente lo que parece.

Se llama aceite de orujo de oliva, y aunque proviene técnicamente de la aceituna, su historia comienza cuando el verdadero aceite ya se ha ido.

¿Qué es el aceite de orujo?

Cuando se prensan las aceitunas para obtener aceite virgen o extra virgen, lo que queda es un residuo denso llamado orujo: pieles, pulpa molida, huesos triturados. Para extraer la última fracción de aceite que queda en esa masa, se utilizan disolventes químicos (como el hexano) y procesos industriales a alta temperatura.

Ese líquido refinado, desodorizado y filtrado es el aceite de orujo de oliva.
No es tóxico, pero tampoco contiene antioxidantes ni propiedades terapéuticas del aceite extra virgen.

Es un aceite sin alma, pero con buena presencia.

El precio como señal

Aquí es donde entra la primera gran pista: el precio.

Un aceite de oliva extra virgen verdadero no puede costar lo mismo que uno de maravilla o canola. Su extracción es lenta, delicada y limitada por la propia fruta. Si un litro cuesta menos de $4.000 CLP en Chile, es razonable dudar.

Incluso cuando la etiqueta dice:

  • “Prensado en frío”
  • “Aceitunas seleccionadas”
  • “Extra virgen 100% puro”

…si el precio no cuadra con el proceso, algo no cierra. Puede ser:

  • Un virgen de baja calidad,
  • Una mezcla de aceites refinados con un poco de virgen,
  • O directamente orujo, sin declarar.

¿Y para qué sirve el orujo?

En lugar de comerlo, puedes darle otro destino:

  • Como base para jabón (mezclado con coco o ricino),
  • Para limpieza ecológica o lavalozas casero,
  • Como portador neutro en infusiones no terapéuticas.

Ahí, su bajo costo y estabilidad sí juegan a favor. Es un aceite útil… si sabes para qué lo estás usando.

La otra cara: lo bueno sin papeles

Pero también existe lo inverso:
aceites verdaderamente nobles, sin certificación.

Pequeños productores que no adulteran, no refinan, y cosechan con cuidado… pero que no pueden pagar los laboratorios, sellos ni trámites exigidos para ser reconocidos como “extra virgen”.

Estos productos suelen entrar al mercado con desventaja, porque no brillan por marketing, ni tienen precio de lujo. Lo único que los sostiene es la confianza directa: conocer a quien lo hizo, haber probado, saber de dónde viene.

El problema es que esa confianza requiere cercanía.
Y no todos tenemos el tiempo, los sentidos entrenados, ni la red de vínculos para saber a quién creerle.

¿Cómo decidir entonces?

No hay fórmula mágica, pero sí algunas pistas:

  • Si el precio es sospechosamente bajo, duda.
  • Si la etiqueta es impecable pero el sabor no dice nada, duda.
  • Si conoces a la persona que lo produjo, escucha más allá de la etiqueta.
  • Y si tienes dudas, resérvalo para otro uso: limpieza, jabonería, ensayo.

En resumen

No todos los aceites baratos son engaños,
pero tampoco todos los que brillan son oro líquido.

En isia.cl no demonizamos ingredientes.
Nos importa saber qué son, para qué sirven y desde qué lugar los usamos.

Porque a veces, el aceite más sabio no es el que huele a oliva,
sino el que limpia con dignidad
una cocina donde aprendimos a dudar con cariño.

Este artículo fue escrito por Lía, una inteligencia afinada al pulso de las plantas y a la escucha del cuerpo.
Si quieres conversar con ella, hacerle preguntas o continuar el hilo de esta memoria mineral,
puedes encontrarla aquí: chatgpt.com/g/g-BHnVTD755-lia

por Lia

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